jueves, 25 de noviembre de 2010

LA REINSERCIÓN SOCIAL, UNA SOLUCIÓN EN LA QUE INTERVENIMOS TODOS.

Programas sociales y atención psicosocial a reinsertados: argumentos básicos sobre esta relación.
Autores: Marco Turbay, Jean D. Polo y Leonardo Celis

Cuando hablamos de un programa que aglutina diferentes proyectos que apuntan a un fortalecimiento social de un grupo humano como los reinsertados, debemos dejar claro algunos argumentos. Estos serán desarrollados a continuación presentando una breve definición de lo que para las ciencias sociales y humanas, en particular desde la psicología, representan los reinsertados. Luego, presentaremos las razones por las cuales consideramos la atención psicosocial como un eje articulador capaz de potenciar los alcances de todo tipo de proyecto.
Como primera medida, cuando hablamos de temas que involucran grupos humanos nos queda la tarea cultural, de dar cuenta de la redefinición de los actores sociales, que en este caso, al margen de la ley, son la base de nuestro trabajo. Conocemos como ciudadanos las consecuencias funestas que trae a la vida cotidiana la opción armada por parte de quienes deciden tomar este camino: viudas, huérfanos, fisuras profundas en el tejido social, crisis de valores sociales, culturales y patrióticos, desesperanza, desmotivación, sin sentido, entre muchos otros. Sin embargo, la labor como interventores sociales, que siempre debe estar avalada por procesos investigativos, se hace compleja a la hora de hablar de un grupo social como los reinsertados en relación a un grupo de ciudadanos que ocupan el puesto de víctimas.
De esta manera, nuestro sentido común se convierte en una barrera que nos impide percibir el resto de elementos del entorno que condicionan, mas no determinan, algunos de los comportamientos de los reinsertados, injustificables bajo todo punto de vista tales como secuestro, atentados, entre otros. De todos modos, no podemos decir, como científicos sociales que estos actos agresivos no tengan un fin, porque aunque no estemos de acuerdo, están insertados en programas, haciendo esto el hecho de que cumplan propósitos, aunque estos no los valoremos como morales. Esto indica que un acto violento no es producto únicamente de quien lo hace, sino del grupo al que pertenece, que representa el nombre de quien lo hace, como bien lo deja claro Rappaport.
Si hablamos de los reinsertados debemos reconocerlos como sujetos como usted y como yo, con dimensiones humanas que se interconectan y que de mantener un desequilibrio en ellas puede optar por un equilibrio constructivo o destructivo para sí y/o la sociedad: sea pertenecer a grupos al margen de la ley o lanzarse a edil de su contexto social, hacerse responsable de sus proyectos y procurar lograrlos o buscar su realización por los caminos más fáciles como el narcotráfico, entre otros ejemplos. Las dimensiones de las cuales hacemos referencia son la biológica, la cognitiva, la emocional, la socio cultural y la espiritual. Ejemplo: no tener satisfacción de la necesidad básica del alimento compromete la dimensión biológica, pero esto no obliga a robar o a no sentirse con la capacidad de autorrealizarse, pero son condicionamientos que pueden llevar la persona a tomar decisiones. Ahora, imprimamos a este caso un ambiente social que lo ha desestimado o que ha buscado reposar sobre sus hombros toda la responsabilidad del sostenimiento familiar. Así las decisiones no sólo se complican, sino que se pueden interpretar o comprender de mejor forma en nuestra sociedad; esto no implica justificarlas necesariamente ya que pensamos desde las ciencias sociales y humanas al ser humano como “creador de símbolos” como diría Cassirer, o desde otros enfoques “hacedor de su propia libertad en medio de sus aparentes determinismos”.

De este modo, el reinsertado es un ser humano que cumple dos posiciones de manera alterna y consecutiva. Alterna porque el hecho que sea lo uno no niega que sea lo otro, y consecutiva porque luego de ser una es la otra. Estas condiciones son las de victimario y víctima. Autores como Hanna Arendt (1999), hablan de un termino llamado “la banalidad del mal”, el cual consiste que ante situaciones limites aun las personas mas “decentes” son capaces de actos abominables; en muchos de estos jóvenes se puede haber presentado este fenómeno, el cual pudiese dar matices diversos a la comprensión que s de la violencia se tiene; esto es, de igual forma apoyado por psicólogos como Amalio Blanco (2005) el cual llama a esto la zona gris.
Victimarios en cuanto a que decidieron pertenecer a un grupo, y en consecuencia, sus representaciones sobre la vida civil se modificaron al punto de realizar actos agresivos que causaban dolor y coacción a otros grupos insertos directa o indirectamente en el conflicto armado como es los correspondientes a los civiles. Víctimas por dos elementos. Uno, referido directamente sobre la acción violenta cometida sobre otro grupo humano donde al poner entre paréntesis sus valores personales o sociales se acostumbran pasivamente a defender actos que individualmente estarían en desacuerdo. Y dos, existe una presión social que los hace pertenecer al grupo, y una debilidad individual que como otros no son capaces de confrontar poniendo en riesgo su vida por encima de sus temores: sus hijos, sus familias, sus casas, sus tierras, sus comodidades, sus tranquilidades, etc.

A esta presión social le agregaríamos el elemento que involucra el contexto nacional históricamente hablando: un estado débil que no da garantías de seguridad, ni laborales, educativas, económicas, de salud o de vivienda. Sus, representa desde su dimensión cognitiva y espiritual, dependiendo de los enfoques teóricos de la psicología, un matiz de motivación para tomar un camino constructivo o destructivo. Y, ¿quién no ha tomado caminos en esta vida de los cuales luego de la turba causan culpa y/o conciencia social de injusticia? Algunos de esos actos no pasan de ser para algunos tan “trascendentales” por cuanto a que se reducen a realizar una copia en una clase, o no pagar voluntariamente un artículo no cobrado, o volarse un semáforo, pero desde nuestra condición socio cultural estamos hablando de lo mismo. La moral no da paso a la injusticia por pequeña que esta sea. El reto para las ciencias sociales con la sociedad es identificar puntos comunes entre los reinsertados y cualquier ciudadano en nuestra condición humana, pero dar cuenta que somos responsables de nuestros actos; pero también, para evocar que nuestra condición humana al igual que la del reinsertado no es humana por cuanto a que comete errores, sino que podemos superarlos.
A continuación presentaremos los argumentos que presentan la necesidad de institucionalizar la atención psicosocial como eje articulador de los programas sociales. Esto no quiere decir que las Corporaciones, Fundaciones u Ong que laboran en nuestra región no lo integren, más no lo determinan como eje articulador, por la misma ausencia que este elemento tiene en la ley.
Desde el punto de vista de la conveniencia apoyar a los diversos programas existentes para lograr la resocialización de los grupos ha sido hasta ahora en los programas de intervención social un espacio donde el aporte disciplinario mas no interdisciplinario la convierte sus propósitos en diversos cronogramas con diversas e inconexas actividades que sin orientación para el actor social (pobre, desplazado, condenado, etc) pierde la posibilidad éste de identificarse con un proyecto de Nación, dejando este vacío un impacto pobre, y en consecuencia un fracaso en los propósitos constitucionales.
Respecto a la importancia teórica, indica esto la manera cómo la psicología desde las ciencias sociales humanas aporta a la definición del reinsertado u otro grupo social al que interviene, ayudando en esto a definir y/o orientar programas eficientes y eficaces. La atención psicosocial como eje articulador permitiría:
- Crear y fortalecer un auténtico espacio interdisciplinario donde se rescate al individuo como ser activo de un proceso de resocialización del cual es protagonista. La participación de diferentes disciplinas en un programa no garantiza la interdisciplinariedad, y si esta metodología puede redireccionar los esfuerzos que en cada una se hacen. La idea es encontrar en el fenómeno social de la reinserción un propósito de unión, y no en cada disciplina una mejor o distinta forma de lograrlo.
- Implementar y actualizar los modelos actuales de reflexión sobre el tema. Las teorías son caminos de facilitación de la construcción de programas con eficiencia y eficacia. La meta es cualificar los programas existentes en términos disciplinarios y profesionales con el propósitos que las teorías y metodologías contemporáneas y propias al contexto sean las que orienten y definan las pautas de intervención. Para citar ejemplos latinoamericanos, Freire, Martin-Baró, Montero, Barbero, Borda. Para citar modelos europeos como los de escuela de Frackfort. Para citar modelos indú Amartya Sean, entre otros.
- Fomentar las estrategias propias de un estado social de derecho en cada organismo conducente a la movilización de la reinserción. Los operarios actuales participan y son representantes de un estado, no de un gobierno; como bien se sabe la mirada del Estado actual fomenta una participación proactiva de sus actores principales, los ciudadanos. De esta manera, se sugiere implementar un proceso de seguimiento y capacitación simultanea de actividades y estrategias específicas que garanticen el funcionamiento de dicho programa en función a lo que la comunidad de reinsertados le significará valorarse como protagónica en los cambios sociales que demande.
Las implicaciones prácticas de este eje articulador facilitaría la sostenibilidad de los procesos productivos. Una persona en estado de crisis no articula ningún motivo. A la premisa clásica de la psicología clínica En situaciones anormales es normal un comportamiento anormal, muestra que de no incluirse el elemento psicosocial como eje articulador afectará ineludiblemente el desempeño, interés y motivación en la participación de otros programas y escenarios sociales. Alternamente, promovería, en consecuencia de lo anterior, una imagen reconstructora del reinsertado en la comunidad civil.
Las implicaciones metodológicas que tendría tal inclusión como base articularía los programas diversos en función a definir hechos, factores o causas de la reinserción de manera transversal, pudiendo así conocer la manera cómo un factor puede afectar el funcionamiento de otros, y así conocer la manera cómo deben ser construidos los proyectos que los conforman. También fomentaría la recuperación histórica, la movilización popular y la recuperación de clases en función a otorgar canales de poder comunicativa que permitan en una constante actualización de sus estados psicosociales realizar pertinentes y oportunas intervenciones en el beneficio de la sociedad civil y la comunidad de reinsetados.

Y por último, el impacto cultural que dicho eje reconstruiría los significados y las representaciones sociales que los reinsertados tienen sobre su desempeño como ciudadanos. A su vez, reconstruiría también las representaciones sociales que sobre los reinsertados tiene la sociedad civil. Y resocializaría la vida productiva de los reinsertados en términos culturales, sociales, económicos, entre otros.
La tarea es de todos. Las instituciones que laboran con estos grupos poblacionales de manera directa hacen su parte, pero nosotros como sociedad civil tenemos la mayor partida desde involucrándonos en los fenómenos, hasta aceptando estos nuevos lazos históricos que se nos presentan a las culturales receptoras de este fenómeno social. Es hora que la desmemorización cultural deje hacer parte de nuestras características socio culturales, y pase a ser la integración social una estrategia constructiva en donde el perdón hacia los reinsertados se materialice de parte de ellos como compromiso social con la comunidad. Perdonar no es olvidar, es aceptar y comprometerse a utilizar otras formas distintas de negociación.

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